Cada uno de nosotros fue diseñado y engendrado para mantenerse en movimiento. No somos seres estáticos, incluso aunque nuestro cuerpo físico se encuentre en quietud,  en nuestro interior siempre existe un movimiento  hasta el momento de nuestra muerte. Este movimiento de alguna manera nos convierte de forma natural en turistas.

Estamos destinados a movernos. Nuestros ancestros fueron nómadas, cazadores y recolectores. Seguían la pista de la manada y del agua como perfectos animales mamíferos. Se desplazaban continuamente,  ya que la supervivencia dependía de la movilidad. O se desplazaban o morían.

Somos seres territoriales, al igual que el chimpancé, el león y otros  mamíferos. Cuanto mayor es el territorio que podemos cubrir y controlar mayor es la cantidad de alimento y recursos de la que podemos disponer

Llevamos la impronta de esa herencia en nuestros genes, quizá eso nos da una idea de por qué nos gusta tanto viajar.

Lo que sí ha cambiado han sido las formas de viajar y los motivos por los cuales se viaja, aunque estos últimos  no han variado mucho. Antes viajaban para conquistar el territorio, por supervivencia hacia lugares más fértiles  o con más caza, por motivos religiosos, pero también para explorar nuevos territorios, para encontrar mejores oportunidades o para encontrar aventuras. Encontramos los mismos motivos a lo largo de la historia.

En los tiempos de peregrinaje y de los nómadas, la gente viajaba ligera de equipaje, llevando consigo solo aquello que podían transportar con facilidad, al fin y al cabo el viaje estaba asociado a una vida sencilla sin lujos materiales. Esto cambió cuando aparecieron los medios de transporte, si bien mas rápidos y cómodos, también lo eran para transportar con el viajero sus pertenecías. Uno de los motivos de realizar un viaje que es el cambio personal se volvió más difícil de alcanzar llevando nuestro propio mundo al viaje. De hecho los ricos empezaron a transportar el lujo y el confort.

El siglo XIX fue un momento decisivo en los viajes recreativos, hasta ese momento el viaje era un mundo de hombres, pero en este momento las mujeres empezaron a realizar viajes independientes. La literatura viajera cambio. Las mujeres se movían por el mundo de manera diferente a los hombres, afrontaban riesgos superiores (de acoso y a veces de violación) y escribían los viajes de forma distinta. Ellas escribían de forma introspectiva, con emoción mientras que ellos escribían de lo explorado o conquistado. Las mujeres prefieren transferir las emociones internas antes de lo que ven.

Hasta casi los años 70 viajar estaba destinado solo a los muy ricos, hoy en día el turismo da más puestos de trabajo que cualquier otra industria y es la primera fuente de ingresos de muchos países, entre los que  se encuentra España. El turismo ocupa el segundo lugar después de la alimentación con respecto a donde gastamos el dinero.

Utilizamos el viaje para escapar de la rutina, por negocios, como desahogo, para descansar, para vivir una aventura, para cambiar algo de nosotros mismos. Sea cual sea el motivo lleva intrínseco una experiencia transformadora y esta está enraizada a uno de nuestros instintos más básicos.

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